Afganistán y el 11-S: 2ª Jornada DocumentaMadrid 2016

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Para la segunda jornada del DocumentaMadrid nos preparamos para dos documentales con muchos puntos en común: el 11-S y todo lo que ello conllevó, tanto antes como después. Friedrich Moser y William Binney, director y la voz protagonista, nos presentaban está tremenda y sincera revelación sobre los intereses de la NSA (Agencia Nacional de Seguridad de EE.UU) en referencia al ataque terrorista que conmocionó al mundo entero. Ligado a ello, Pieter-Jan de Pue nos llevaba a Afganistán, a la guerra que EE.UU creó en Oriente medio después del 11-S. Una guerra, muchas invasiones por parte de los distintos ejércitos internacionales que trastocó la vida y el comercio de los Afganos.

Dos puntos de vista sobre dos hechos distintos pero unidos que nos ha puesto los pelos de punta por la sinceridad, la claridad y la tristeza de lo sucedido.

The land of the enlightened

The land of the enlightened

Con los primeros fotogramas de la película, De Pue ya se ha ganado a media sala. Un documental duro de ver por las imágenes que nos muestra en primer plano, por la crudeza de la historia y por el impacto social que ha tenido una guerra en una población que lo que hizo fue esperar a que terminara. The land of the enlightened (La tierra de los iluminados) sigue a un grupo de 8 niños que sobreviven en un paraje rocoso ganándose la vida asaltando viajeros que intentan cruzar con alimentos, opio o piedras preciosas. En sus vida también tienen lugar los soldados, internacionales y nacionales, los que les dan los casquillos de las balas u otros desechos. Pieter-Jan de Pue salió de la escuela de cine en Bruselas en el 2006 y en 2007 se fue a Afganistán para colaborar como fotógrafo para varias organizaciones internacionales. Ahí conoció la realidad oculta de un habitantes que se habían adaptado al despliegue militar. Ahí fue donde tras meditar la realización del documental, volver varias veces a Bélgica, buscar productores, ayudas y apoyo, consiguió en 2013 empezar a grabar con un gran equipo sobre el terreno. Pero ese fue el error, un ataque talibán les destruyo gran parte del material y se dieron cuenta que eran un blanco demasiado fácil. Ya con el personal necesario volvieron para grabar y crear la historia.

La propia historia que ha concebido es pura magia visual, auditiva y cautivadora de todos nuestros sentidos. Técnicamente grabaron en Super 16mm y 35mm, según nos contaba el director, porque la imagen granulada de la película fílmica potencia las características rudas y naturales del propio país, además del problema de abastecimiento de electricidad que habrían sufrido con cámaras digitales en un país donde la tecnología está al alcance de muy pocos. La complejidad que su uso conlleva, además de haber grabado con cámaras Bolex propias de mediado de siglo XX, se acentúa porque era el propio ejército el que se llevaba las bobinas de película hasta Bélgica para poderlas revelar y enviar el material al editor. El trabajo que Stijn Deconinck y David Dusa han creado con la edición de esta pieza es increíblemente meticuloso. El guión que ha resultado de por si ya nos engancha a la primera, pero con la edición y la postproducción y el estilo visual que le aporta el rodaje en película son la guinda del pastel.

La película juega con las imágenes y con la voz en off, que representa ser la del niño líder, contándolo todo: Empieza por contarnos una historia sobre Nasrullah Khan (que significa «monarca»), quien realmente estuvo en el trono una semana, pero la historia que nos cuenta la voz en off es sobre Dios y Nasrullah, quien, en el día de la repartición de la Tierra, era el último en recibir y cuando llegó su turno Dios le contaba que no le quedaba nada, solo su jardín. Así que se lo dió a Nasrullah. Pero resultó que todos querían las bellezas que albergaba el jardín, además del propio Nasrullah que se volvió vanidoso. En una lucha contra un usurpador, Nasrullah se lo jugó todo en una pelea entre un gato negro y un gato blanco, viéndose obligado a irse y ser desterrado. Una simple historia que da comienzo a la película que sigue a los chicos en sus «travesuras» mientras empuñan Kalashnikovs para asaltar a los viajeros, buscan y desentierran proyectiles o minas para venderlas, trafican con opio, con piedras preciosas, con animales y con los militares para subsistir. Son unos chicos reales, que De Pue conoció en profundidad a medida que pasaba tiempo con ellos, y que su temperamento, la frialdad con la que se ven abocados a actuar, la decisión, nos ponen los pelos de punta. Esos chavales son el futuro de una sociedad que se ha echado a perder y que, aunque tengan sueños y ganas de futuro, lo que les espera no es fácil.

Uno de los elementos que dan magia a la película son los increíbles time-lapses a los paisajes: la noche iluminada por las estrellas y su movimiento durante horas, el avance de las nubes o cómo la sombra del anochecer cubre las montañas…Para nosotros es poesía visual que adorna una cruda realidad y que no sobra ni rellena, sino que complementa. Por ello, se llevó el premio a Mejor Fotografía en la pasada edición del Festival de cine de Sundance. Junto a estos momentos increíbles en el desierto afgano, se le suma el montaje en si, destacando varios momentos como son: la escena con los militares americanos en una base en las montañas. Con planos rápidos, cortos y directos les humanizamos mientras hacen ejercicio, preparan las armas, se distraen y escuchan música techno. Unas secuencias dinámicas, que mantienen al espectador esperando ver la otra cara de la moneda, a los invasores del país, como lo ven los afganos. Pieter-Jan de Pue ha creado una pieza de un potencial enorme que nos adentra en una historia inocente llena de supervivencia, marcada por los cementerios de tanques que deja la guerra, las armas, el tráfico con todo lo que encuentran…Si tenéis ocasión, no os la perdáis.

A good american

agoodamerican

Para la cerrar la segunda jornada del DocumentaMadrid volvimos a escoger la sección oficial con el documental dirigido por Friedrich Moser, director y productor Austriaco con más de 20 documentales a sus espaldas. Su arriesgado último trabajo, A good American, busca radiografiar la obsesión americana por la vigilancia, a raíz de los atentados del 11S, enfocándolo a través de la historia de William Binney: un director de la NSA (La Agencia de Seguridad Norteamericana) especializado en criptografía y sistemas de rastreo y vigilancia. Concretamente William Binney inventó un complejo software llamado ThinThread que enlazaba a través de nodos, todas las posibles relaciones que tiene una persona real, rastreando todos los registros que realizamos a diario como llamadas, transacciones, mensajes… etc. Una herramienta muy eficiente y peligrosa creada a principios de los 90, cuando Internet y el mundo digital aún no era tomado en serio por la inteligencia nacional. William fue consciente de lo peligrosa que era la herramienta que había creado de cara al posible atentado a la intimidad del ciudadano, por lo que decidió encriptar todos los datos de las personas que no eran potenciales criminales. La NSA sin embargo no tomó en serio esta herramienta, encontrándola demasiado barata, ya que con su buena y demostrada eficiencia, no podían solicitar más presupuestos al Congreso. Esto provocó que ThinThread quedara relegada para que la NSA pudiera apostar por una herramienta desarrollada externamente y con un funcionamiento mucho peor, pero con la que podía sacar mejores presupuestos. La bomba estalló cuando semanas después del 11S, Binney y sus compañeros de equipo comprobaron que si inteligencia hubiera empleado ThinThread, podrían haber descubierto todos los datos y planes de los terroristas de Wall Street meses antes del atentado, pudiendo así haber evitado tantísimas muertes. La NSA reaccionó desmantelando a ThinThread y presionando a todo el equipo de Binney como si fueran traidores.

El documental muestra la verdadera y codiciosa cara de la NSA, que tras el 11S consiguió presupuesto para lanzar una versión del software de William Binney pero sin la protección de datos encriptados para controlar a todos los ciudadanos de los Estados Unidos. A la NSA poco o nada le importan los muertos, la inocencia del ciudadano medio o el patriotismo que inspira los valores norteamericanos. Sus intereses son puramente económicos y su codiciosa filosofía ensombrece aún más un país que perdió el norte cuando el mundo entero vio como se derrumbaban las torres de su imperio económico. A Good American retrata la vida de un patriota que quería ayudar a su país y se enfrentó al lado más oscuro de este. Friedrich Moser ha rodado este documental basándose en declaraciones de los protagonistas, principalmente las de de William, además de recreaciones sobre su juventud junto con numeroso material de archivo. Algunos de estos materiales son fácilmente reconocibles, pero que por mucho tiempo que pase siguen impactando. Hablo de la caída de las torres gemelas y de cómo continua dejando sin habla al espectador. Son imágenes sencillamente sobrecogedoras. También el audio grabado de una llamada de una pasajera de los vuelos secuestrados despidiéndose de su marido con la que Friedrich Moser decide abrir el documental junto al mensaje de William de que todas aquellas muertes podrían haberse evitado. Después de un comienzo tan sobrecogedor, Moser comienza a narrarnos la vida de William Binney, en la que posiblemente sea el momento en que más atrapado se queda la trama del documental, pero que a su vez nos permite conocer a fondo el modo de pensar de este hombre, cuya vida en ocasiones parece salida de una ficción de espías. Sobre todo cuando asistimos a cómo William tiene que declarar públicamente que jamás se suicidaría, por miedo aparecer muerto misteriosamente.

La proyección contó con la impagable presencia del director y el protagonista de este documental, William Binney, que dio muestras de una gran simpatía a un público incrédulo ante su presencia una vez finalizada la proyección. El antiguo trabajador de la NSA comentó que vivimos en una alarmante situación de control y vigilancia vendida como una lucha contra el terrorismo, pero hasta ahora no se ha podido evitar ningún atentado con este peligrosas medidas. Desde su salida de la NSA; William Binney no ha parado de luchar y viajar por todo el mundo para hacer público todos los fraudes y mentiras en las que esta envuelta la red de seguridad norteamericana.

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