Cuando el peligro eres tu mismo en ‘Safe Neighborhood’ de Chris Peckover

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Dentro del primer fin de semana de un festival de cine se ubican películas de todo tipo, desde las que inauguran y de las que se espera mucho de ellas hasta las que no sabemos muy bien qué esperar. Safe Neigborhood ha sido un ejemplo de las segundas: dentro de la programación oficial en competición, este film australiano ha marcado una nuevo definición al ‘Solo en casa’ ya conocido por todos que no le deseamos a nadie. La película cuenta lo que sucede la noche de navidad cuando los padres de Luke deciden dejarle con su niñera para irse a una cena con amigos. ¿Qué padres dejan a su hijo la noche de navidad con su niñera? En fin, no muy normal, pero no viene al caso.

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La película está contada en modo de tres actos: técnicamente separados por un fundo a negro cada vez que pasa al siguiente, y también con el guión, que primero nos prepara, luego descubre la intención y finalmente llega a su delirio. En estos aspectos es la mejor manera con la que podrían haber contado una historia así, porque te mantiene enganchado a medida que avanzas. Es verdad que al principio todo es muy telefilm de sobremesa pero, especialmente en el segundo y sobre todo en el tercer acto, todo va a más, todo delirio infantil aumenta y llega a un descontrol perfecto. Pero, ¿de qué va? Luke y Garrett son mejores amigos y antes que llegue la niñera, Ashley, que cuida de Luke siempre que sus padres salen, discuten cuál es la mejor forma para llamar su atención y ligársela. Solos Ashley y Luke empezarán a suceder cosas extrañas, como una mera película de terror con allanamiento de morada, pero con un personaje femenino preparado y avispado frente a sucesos de este tipo. Cambiando el chip totalmente con la confesión de los chicos y el descubrimiento de la farsa entramos en una segunda fase totalmente distinta, con personajes que parecen tener otra personalidad y los cuales no reconocemos. Aquí se pone interesante, así que si tenéis la oportunidad de verla, no desistáis (sé que lo pensaréis llegados a este punto, pero merece la pena seguir). Con dos chavales que quieren tocar por primera vez a una chica y una joven que solo quiere una noche tranquila cuidando como siempre del niño. La película se vuelve terror cuando se repente al prota se le va la olla. Literalmente. Hay un momento clave, del que tenéis la imagen en la noticia, con un bote de pintura. Sencillamente gore, muy sutil, habría podido ser mucho mejor y explícito, pero funciona y es cuando te das cuenta que no hay vuelta atrás. Y la tercera parte es la que más cunde: la locura termina desatándose y todo queda perfectamente cerrado. Lo más de toda la película es la transformación psíquica de Luke, el prota, un adolescente dulce y pícaro de familia acomodada que deja trascender sus más extremos deseos hacia el género femenino. La verdad es que el actor lo borda, y gracias a él la película mantiene el interés. Ha sido el descubrimiento de una estrella en un género que se nota que se siente cómodo. Esperemos que este joven actor australiano encamine su carrera hacia el terror.

Hasta con una breve escena post créditos iniciales, la película juega con el humor adolescente hasta extremos mortales, estilo Funny games pero con toda la parte que le merece a Solo en casa, bebiendo de tantas otras referencias de asaltos en casas y dotando a sus protagonistas del saber (y conocer el funcionamiento) de las películas de terror. Curiosa, sin duda.

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