Tarantino ha vuelto. Y esto, sin atender a modas y aunque alguno siempre le pese, es siempre una estupenda noticia cinéfila. Porque a pesar de que el nombre de Tarantino parezca estar condenado a ser el icono de una generación que estampa a sus ídolos en camisetas, el director norteamericano ha sabido caminar al filo de las exigencias del público y rodar las películas que él ha querido hacer sin prestar atención a las exigencias de la industria. Con cada película de Tarantino el cine además está de enhorabuena, porque estamos ante uno de los últimos grandes cineastas que aún apuesta por el celuloide en contraposición al abundante y más económico cine digital, y que cuyas películas ademas respiran un constante homenaje a la historia del séptimo arte. Este cinéfilo empleado de videoclub convertido en autor de cine y ganador de dos oscars a mejor guionista y una palma de oro, ha vuelto; y de The Hateful Eight ha cumplido con las expectativas que genera cada nuevo film de Tarantino; y ya van ocho.
A medida que crecía la carrera de Tarantino, la sombra de Sergio Leone y el Espaguetti Western se iban haciendo cada vez más y más presente en su cine, hasta que llegó el punto en que a muy poca gente le sorprendió que Quentin decidiera empezar a realizar Westerns al anunciar Django. Al fin y al cabo Kill Bill ya era un Espaguetti Western dentro de un film de artes marciales y venganza. Con Django Desencadenado, Tarantino revisionó el género Western bajo su propia imagen, lo que provocó que el film fuera una amalgama de estilos con un resultado tan divertido cómo grave y violento. Sin embargo The Hateful Eight no busca reinventar el género ni realizar una película rupturista, más bien perfecciona el estilo del director a base de usar clichés y referencias a su propio cine, y nos devuelve un western áspero de hombres y mujeres poco recomendables.
The Hateful Eight nos presenta el encuentro de ocho personajes reunidos en una cabaña pocos años después de la Guerra de Secesión, mientras fuera, azota un terrible temporal de nieve que les obliga a convivir durante varios días. Pero detrás de estos ocho personajes hay mucho más. Kurt Russell interpreta a La Horca, un cazarecompensas que lleva hacia su ejecución a la fugitiva Daisy Domergue interpretada por Jennifer Jason Leigh, por la que existe una recompensa de 10.000 dolares. Samuel L Jackson es el Mayor Marquis Warren, otro cazarrecompensas que encuentran durante el viaje de diligencia de La Horca y Daisy. En el mismo viaje también se encontraran al dudoso y muy paleto nuevo Sherriff Chris Mannix. Luego ya en la cabaña dónde buscan refugio por el temporal se topan con un extraño grupo que presuntamente han llegado poco antes en otra diligencia. Ellos son el anciano general confederado Sandy Smithers interpretado por Bruce Dern, Tim Roth cómo el verdugo Oswaldo Mobray, Michael Madsen cómo el misterioso el vaquero Joe Cage, y Demian Bichir cómo el sospechoso encargado mexicano Bob. Extraño grupo para tal dispar situación en la que La Horca comienza a sospechar que más de uno de los presentes miente y busca liberar o reclamar a su prisionera.
The Hateful Eight está dividida en cinco capítulos pero el grueso de la acción transcurre en la cabaña de la Mercería de Minnie, por lo que permite a Tarantino organizar una gran puesta de escena, explotando al máximo el espacio y el potencial de este grupo de grandes actores por el mismo. Algo que sabemos gusta mucho al director norteamericano y que ha demostrado dominar fabulosamente cómo es fácilmente apreciable en el fragmento de Four Rooms dirigido por Quentin, la escena final de Kill Bill entre Uma Thurman y David Carradine, o la gran secuencia protagonizada por Leonardo DiCaprio en Django. En este aspecto The Hateful Eight brilla con luz propia en una brillante secuencia central protagonizado por un duelo dialogado entre Samuel L. Jackson y Bruce Dern mientras Demian Bichir interpreta Noche de Paz al piano. Una secuencia que nos devuelve al mejor Samuel L. Jackson que no veíamos desde su famoso recital en Pulp Fiction. La escena que va en crecendo, consigue ir atrapando al espectador con unos muy primeros planos que saludan de mano a mano al maestro Sergio Leone y dan un golpe en la mesa ante la recocida madurez de un director que acaba de filmar una de las mejores secuencias del western moderno, sin que por ello abandone la habitual chulería propias de su sello. La pasión por los duelos dialogados esta presente en cada uno de los capítulos siendo ya una seña de identidad del propio Quentin. Pero en general encontramos una dirección muy consolidada, bastante más madura que en Django, que apenas da espacio a bromas, aunque el humor siempre está presente y que retoma sus influencias salvajes y sangrientas tal y cómo se espera de él. Porque sí; volvemos a tener grandes dosis de sangre. Pero bajo el abrigo del Western, con el que Tarantino ha encontrado una formula para ser fiel a si mismo y crear a la vez magníficas obras cinematográficas. Ennio Morricone le acompaña en este viaje y ha vuelto a componer una magnífica banda sonora tan inspirada y brillante como son propias de su nombre.
Una de las grandes noticias que acompaña el estreno de The Hateful Eight es la apuesta por de Quentin y su director de fotografía Robert Richardson de rodar el film en un glorioso negativo Panavision de 70mm, que ha permitido que el film tenga un aspect ultrapanorámico de 2.74:1 propio de los grandes westerns de los años 60. Una apuesta por el cine analógico que desgraciadamente sólo se ha podido disfrutar en España en una única sala ya que pocos cines actuales están preparados ya para proyectar en celuloide y aún menos en 70mm. La apuesta por este negativo se ve recompensada en una fabulosa definición y unas secuencias exteriores que resultan gloriosas con el paisaje nevado. En las secuencias interiores la gran definición queda un poco menos presente, pero Tarantino aprovecha el negativo panorámico para organizar la acción de una manera amplísima dentro de la cabaña, permitiendo que el espectador pueda encontrar varios puntos de acción en un mismo plano a pesar de que se encuentren muy lejanos entre si.
Recordemos que The Hateful Eight comenzó su producción con la trágica noticia de que su guión se había filtrado en internet y que Quentin Tarantino abandonaba el proyecto. Qué gran tragedia para el cine hubiese sido que esta decisión se hubiera mantenido hasta el final y The Hateful Eight nunca hubiese existido. Nos habríamos quedado sin poder disfrutar de estas ocho portentosas interpretaciones que han permitido una muy merecida nominación al Oscar para Jennifer Jason Leigh. Nos habríamos quedado también sin esas gloriosas secuencias rodadas en Panavision 70mm o sin la posibilidad de volver a vibrar con un gran western con música de Ennio Morricone. Sin embargo Tarantino tuvo el buen hacer de retractarse de sus propias palabras y retomar la producción de este título que ha terminado siendo uno de los grandes western de nuestra época. Un título que engrandece su figura, aún alejada de reconocimientos y premios de la Academia a mejor director, pero cercana a grandes autores del cine como Leone o Hitchcock que habitan en un nivel superior.