El Romanticismo Gótico de La Cumbre Escarlata

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Guillermo del Toro es un director que se ha ganado el cariño del público gracias a su poderoso imaginario. De su cabeza han nacido obras como Cronos o El Laberinto del Fauno; pero tras la épica de Pacific Rim el público ya esperaba su retorno a los relatos más oscuros y personales. La Cumbre Escalarta cumple con creces estas expectativas a la vez que acerca al director mexicano o una estética más gótica que francamente domina con gusto.

La Cumbre Escarlata cuenta la historia de Edith Cushing, una joven escritora del siglo XIX que tras la trágica muerte de su padre se casa y muda con un enigmático forastero que vive con su hermana en una oscura mansión de Inglaterra. La oscura casa construida sobre un monte de arcilla roja no carece de fantasmas ni secretos sangrientos. Edith irá descubriendo los terribles secretos a la vez que se encuentra a merced del trágico destino que le tiene preparado la hermana de su nuevo marido. Una historia con muchas similitudes con Rebecca, el film de suspense de Hitchcock estrenada en 1940 dónde Jean Fontaine se muda a la antigua mansión de su nuevo marido dónde tendrá que vérselas con una malvada ama de llaves. Las referencias continúan con Sospecha, (también de Hitchcock), el cine de la Hammer británica o las referencias estéticas a Mario Bava. En general a del Toro le ha quedado una película profundamente gótica, en el sentido más romántico de la palabra. No solo por las influencias de la literatura gótica en su historia sino también por todo el despliegue estético de La Cumbre Escarlata. Los vestidos que luce la protagonista Mia Wasikowska son de una pomposidad que sólo son aceptados porqué ven su continuación en las recargadas paredes y pasillos góticos de la mansión. Un despliegue estético muy cuidado que nos otorga unos decorados que ya quisiera el cine de Tim Burton de los últimos diez años. La mansión parece gozar de vida propia cuándo muestra los dientes de sus pasillos, o las estaciones decoran con hojas o nieve el hall principal a través de un enorme agujero, sino saca su lado más terrible brotando sangre de su sótano. A pesar de tan oscura recreación y de poseer varias escenas con fantasmas, el film en realidad no pertenece al género de terror. La presencia de estas escenas fantasmagóricas no resulta perturbadora o amenazadora a pesar de algún intento de susto. Pero dónde fracasa el terror gana de nuevo el romanticismo gótico de fantasmas que pueblan las paredes y amores trágicos por necesidad. Eso sí, La Cumbre Escarlata posee varias escenas de crímenes de una brutalidad explícita insospechada. Desde luego, en dichas escenas Guillermo del Toro no se ha cortado nada, y muestra su lado más sádico. Mención especial se merece también la fotografía de Dan Laustsen, habitual de películas de género que ha dotado de oscuridad y luces rojas y verdes a esta Cumbre Escarlata para que los elementos fantasmales convivan a con el resto de los protagonistas. Hay que destacar que aunque los fantasmas parecen ser CGI, se realizaron también con maquillaje tal y como ha revelado el propio director a través de fotos. Una nueva muestra del magnífico trabajo estético que hay detrás del film. Del espléndido reparto decir que la pomposidad agota un poco al personaje de Wasikowska, pero es compensado por su opuesto oscuro: la perturbadora Lucille, interpretada por Jessica Chastain que está soberbia y espeluznante. Tom Hiddleston y Charlie Hunnam en cambio están correctos en sus papeles de pretendientes para hacerse con el amor de Edith.

Guillermo del Toro ha realizado un poderoso trabajo estético que nos regala la mejor película gótica de los últimos años. Quizás su guión, recuerde a demasiadas películas y novelas góticas, pero es algo que aceptamos como clarísimo homenaje y perdonamos para perdernos en el deleite de imágenes tan oscuras como sangrientas. Un acierto que sitúa a La Cumbre Escarlata como la mejor película para ver en cines este Halloween.

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