El camino más largo… para superar la tristeza

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Me hacía ilusión estrenar mi colaboración en Luces de Sala, donde os hablaré de cine producido en Cataluña y dirigido o protagonizado por profesionales catalanes, con la ganadora de los Premios Gaudí que se entregaron el febrero pasado. Una vez vista la película, creo que hubiese tenido que empezar con la ganadora del año pasado, Rastres de Sàndal, o quizás con la multipremiada Truman, que se llevó el Gaudí a la mejor película en lengua no catalana. Pero escogí El camí més llarg per tornar a casa, ópera prima del director Sergi Pérez, porque pensé que sería un buen comienzo para esta sección. Y no lo ha sido del todo, no porque la película no sea buena (que lo es, hay que reconocerlo) sino por lo mal que lo he pasado viéndola.

Durante una hora y media vamos a seguir a Joel (Borja Espinosa) deambulando por las calles de Barcelona intentando conseguir unas llaves para entrar en su casa, porque las suyas se las ha dejado dentro cuando ha salido para llevar a Elvis, el perro de su mujer, al veterinario. Y durante esta hora y media iremos descubriendo muy lentamente, puede que demasiado, por qué el protagonista está tan triste, hundido y casi desquiciado. La muerte de su mujer en circunstancias que no se revelan —pero que se pueden intuir—, ha dejado a Joel en estado de shock y lo paga con el perro, a quien abandona a los quince minutos de película. Desde este momento mi empatía con el protagonista ha sido cero, y ha seguido así hasta el final. Joel sigue buscando la manera de volver a casa intentando encontrar las llaves entre sus amigos y los compañeros de trabajo de su chica, y en este ir y venir desesperado vemos a un personaje perdido en sí mismo, que no se deja ayudar, incapaz de encontrar una salida a la situación tan dolorosa que está viviendo. Por su lado, Elvis es el chivo expiatorio con el que Joel libera toda su impotencia y tristeza, y a lo largo de la película está presente en los ladridos de otros perros que se oyen de fondo, recordándole casi inconscientemente qué ha hecho con él y dejándolo con unos remordimientos que se transformaran en llanto para redimir el dolor de la pérdida y reencontrarse con el recuerdo de su chica renacido en el perro. Un final muy abierto nos deja con la incógnita de cómo debe seguir Joel su nueva vida, una incógnita que, sin duda, también siente él mismo.

El camí més llarg per tornar a casa

La lentitud con la que se desarrolla la película llega a aburrir, con planos a través de espejos o cristales que no aportan mucho a una trama muy hermética, que dice muy poco de las circunstancias personales del personaje y deja demasiado a la interpretación del espectador. Está bien que no nos lo den todo masticado, pero entre decirlo todo y no decir nada hay muchos grados, y ningún extremo es bueno. En éste caso, el director ha optado por contar lo mínimo sólo con pequeñas pinceladas aquí y allí para centrarse en el recorrido emocional de Joel, y es de este modo como vemos el proceso de luto por el que pasa el protagonista. La pérdida repentina de un ser querido lo sumerge en una espiral de dolor hacia él mismo y hacia quienes quieren ayudarlo, y Borja Espinosa borda el personaje atormentado consiguiendo que llegues a entender su dolor. Pero cuesta mucho empatizar con él por su aspereza y crueldad, y se ha creado una barrera entre la pantalla y yo que no me ha permitido disfrutar del film. Y ésta es la cuestión: ¿hay que pasarlo siempre bien en el cine o hay películas que buscan sacudir el espectador y dejarlo con mal cuerpo? Éste es el objetivo de Sergi Pérez al mostrar un personaje derrotado por la dureza de su situación personal, no dejar que el espectador se relaje y convertir estos minutos en un baño de emociones y realidad de unos hechos que dejarían a cualquiera en un estado de shock como el de Joel. Y lo consigue, ya lo creo. Objetivo cumplido.

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