Elise es Alabama y Didier Monroe, forman una curiosa pareja pero en el fondo no se entienden. Lo suyo es amor a primera vista, curiosidad apetitosa que van alimentando a lo largo de la película, configurando el drama romántico de Felix Van Groeningen.
La historia narra el amor entre Elise (Veerie Baetens) y Didier (Johan Heldenbergh), ella tiene una tienda de tatuajes, es religiosa y vive el día a día pensando en lo que tienen; él toca en una banda, es un ingenuo romántico y un cariñoso padre, aunque no lo sabe. Pero la vida les cambiará por completo cuando nace Maybelle (Nell Cattrysse), la pequeña les hace sacar su lado más humano y a la vez desgarrador. La disputa entre ambos surge desde el momento de aceptar ser padres, difícil camino con el estilo de vida que llevan, pero que sobrellevan con soluciones para todo.
Toda la primera parte de la película es un canto a la felicidad, a la evolución natural de la familia y a defender un estilo propio con orgullo. La historia que nos venden nos la creemos (ellos dos nos resultaron plenamente cautivadores en sus papeles), nos resulta tierna y a la vez arriesgada porque son dos personas que tienden a ser libres, que no quieren ataduras y que viven cada momento como si fuera el último. La fotografía y la localización son las claves para esta película: el campo, el bar, el grupo de música y las emociones que nos transmiten los planos de Ruben Impens, encargado de la fotografía, marcan a la perfección los cambios que sufre la relación, la infancia, la enfermedad y la posterior vida de los padres. Un momento que todo espectador de la película tiene en mente es cuando la pequeña Maybelle, ya en tratamiento, sale al jardín y un pájaro cae muerto al chocar con el cobertizo de cristal que han colocado. La pequeña lo alza, triste, entre sus manos, enseñándosela a su padre y con la pregunta de » ¿dónde ha ido ahora el pájaro? ¿Que le ha pasado?». Ese es el punto del guión que toca la fibra y te hace vibrar el corazón: La pequeña tiene cáncer y va a morir, que bajo la mirada del padre todo es un paraje sin esperanza que le destruye cualquier felicidad. Maybelle es el granito de arena que les une, cuando vemos que pasan sus años más felices, y será a partir de ahí que la película toma un giro y se vuelve triste.
Toda la composición de la película, a nivel de montaje, está enfocada a explicar la vida en tres fases: la primera parte relata los momentos de juventud e inconsciencia, marcado también por el trato de cada ambiente y el colorido. La fase siguiente es la familia y las responsabilidades que ello conlleva, el cual en este caso es la más breve de las partes, transmitiendo el carácter efímero de los años. Y por último, la pérdida de lo que más se quiere, la soledad después de la familia y el vacío que queda durante el paso de los años. Toda la parte final es una mala elección del camino: cobra mucho más protagonismo el grupo, al que Elise dota de religiosidad, su relación no soporta la pérdida y hasta intuimos un cambio de roles, pues Didier ha dejado de ser el pasota y que le daba igual todo a preocuparse por no perderla; mientras que Elise se irá descomponiendo aún más hasta llega a la muerte.
Hay que comentar que la música, a raíz del grupo que forman con los amigos, acompaña y marca el momento en que nos situamos, es decir, el propio género del bluegrass forma parte íntegra de la historia y es la unión entre todos los temas de la película, tales como la vida, la muerte, el nacimiento, Estados Unidos, la maternidad y la paternidad. Además se usa como unión entre la pareja y como explicativa de emociones (recordamos el momento que cantan frente a un gran auditorio y Didier explota por la ineficacia sanitaria empezando a chillar).
Nominada al Oscar a mejor película de habla no inglesa, esta película que se ha abierto camino entre tanta calidad, merece tener una mención especial porque transmite un mensaje importante sobre la consciencia del cáncer y sobretodo el cáncer infantil. Sencillamente conmovedora.