Berlinale 2015: días 11 y 12 de Febrero

Knight of Cups

Terrence Malick presentaba nueva película y no nos la queríamos perder. Con el precedente de To the wonder, sabíamos que lo que íbamos a ver no sería precisamente una película con un camino claro. Esta vez ha tomado el mando Christian Bale, en lo que podemos decir que sería la segunda parte de un estudio sobre el paso del tiempo alrededor de las personas. En este caso tenemos a un guionista de cine, en el Hollywood más sincero, abriendo su cotidianidad al espectador y mostrándose «tal cual». Son los momentos de la fiesta en un piso, la escena con el coche y las asiáticas o la mezcla y despiporre de la escena en la mansión y el jardín la realidad que muchos pensamos imaginar. Pero la película debe verse como una totalidad, y como tal también llegan los momentos de soledad, desorientación y pasotismo. En ellos están muy presentes las mujeres, Cate Blanchett, Natalie Portman o Imogen Pots son algunas de las chicas que pasan por la vida del guionista. Su cámara e imagen, como ya viene siendo una fotografía característica, destaca la volatilidad de los momentos, la fragilidad y temporalidad de cada instante frente a la vida entera de la humanidad. Sin duda, no deja indiferente, pero hace falta verla con la mente abierta a cualquier tipo de estudio social al que nos quiera someter.

Under Electric Clouds

Desde Rusia nos llegaba este film dirigido por Aleksei German que representa el futuro inmediato de dicho país bajo un punto distópico. A pesar de representar el cercano año 2017, encontramos una Rusia descompuesta y devastada al borde de la guerra y la desolación. Un futuro cercano pero apocaliptico dónde los ciudadanos de distintas culturas luchan por sobrevivir. Una historia coral narrada a través de ocho capítulos dónde desfilan numerosos personajes que en ocasiones llegan a relacionarse pero de manera poco determinante para el film. En vez de eso tenemos un despliegue visual que explota toda la soledad de la siberia Rusa en contra de una historia coherente que abusa de diálogos pretenciosos y una narrativa tan lenta que adormece al espectador más entregado. A pesar de contar con escenas que despiertan una calidad estética admirable, el conjunto del film es turbio y pesado que hacen poco llevadero sus más de dos horas de duración. Nos resulto bastante sorprendente que el film entrará al palmarés del festival.

Aferim!

Radu Jude nos presenta esta arriesgada película sobre los esclavos en la Rumania de principio de siglo XIX.  1835 en  Wallachia, Costandin es contratado por un boyardo, un terrateniente de esclavos, para encontrar a Carfin que se escapó después de mantener un romance con su esposa, Sultana. Costandin y su hijo emprenderán un viaje para encontrar a Carfin donde se verán inmersos en varias aventuras. El dúo principal lo forman el padre y el hijo, a caballo, recorriendo territorio para encontrar a un gitano. Así que durante los minutos en que Jude nos traslada a una Rumania en blanco y negro, basta y machista nos empapamos a conciencia de sus costumbres. En ella están reflejados en varios momentos choques culturales entre grupos de distinta procedencia regional. El idioma, la vestimenta y las formas son algunos de los indicativos para ver tal hecho. Y qué decir de la propia imagen que dan de Rumania. La película encuentra un camino claro de explicación y exposición de una época pasada que más vale dejar atrás que recordar. Eso si, al tratar el tema con claridad, simpleza, cotidianidad y con una adaptación del espacio actual a la imagen pasada, consideramos que merece la pena conocer este director que tiene los ojos puestos en su país y la técnica en lo mejor del cine contemporáneo. Hay a quien se le pueden hacer pesados los paseos a caballo, charlando de bobadas, pero se merece un visionado. Unas risas, en algún momento, te echas.

Premio ex-aequo Mejor Director Berlinale 2015.

Eisenstein en Guanajuato

Rusia ha olvidado a Serguéi Eisenstein. El divorcio entre el estado soviético  y el artista tras el viaje de este a los Estados Unidos y a México en  1930 continua hoy en día. Cómo si no explicamos que uno de los mayores y más reconocidos influyentes de la historia del cine no reciba el reconocimiento merecido por parte de su país natal.  Porque seguramente estamos ante el director cuyo estilo más ha perdurado e influenciado en el lenguaje cinematográfico, y Rusia no ha podido crear ni un miserable biopic acerca de la extraordinaria vida de este gran director. En vez de eso ha tenido que llegar un irreconocible y rejuvenecido Peter Greenaway para recuperar al personaje que dio vida a una obra inmoral del cine como es El Acorazado Potemkin. Y lo mejor es que este film que recoge los años que paso Eisenstein en México, le ha sentado de maravilla al director británico. Greenaway bebe del maestro ruso y nos ofrece un montaje agotador con muchas influencias soviéticas y un dinamismo imprudente que no se veía en su cine desde hace años. El film nos muestra toda la excentricidad y polémica que venían acompañados por un personaje tan ambiguo como lo era Eisenstein, al que da vida un enérgico Elmer Bäck que ha llamado mucho la atención con su interpretación. Aunque hay que admitir que su actuación tan excéntrica y alocada, nos lleva a recordar las célebres imitaciones del humorista Joaquin Reyes. Y quizás este sea el punto débil del film: el exceso; que en ocasiones llega hasta a recordar la teatralidad de Fellini. La estridencia acaba por pasar factura y llega a cansar al espectador que acaba exhausto del gran ritmo inicial y posterior decadencia. Un gusto agridulce para un film que al menos nos ha devuelto a dos grandes directores: Eisenstein y Greenaway.

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